Érase una vez, había una mariposa blanca que era la reina de todas las mariposas en la mañana. Aterrizaba en los jardines, entre las flores más hermosas, y susurraba historias a la clavel y la violeta. Era feliz y segura de sí misma, como una brisa suave en una flor de almendro. Pero un día, un coleccionista llegó y capturó a nuestra reina en un jazmín floreciente. La clavó con agujas, rodeada de papeles negros, y la llevó a su museo de bellezas muertas. Las mariposas lloraron por el bosque. Un día, una mariposa blanca se posó en el clavel y el clavel se enfadó. La mariposa era blanca y el clavel era rojo, como los labios de alguien especial.