El protagonista está caminando por la ciudad en busca de algo que alegrará su día, pero todo lo que encuentra son puertas cerradas y un paisaje desolado de antenas y cables. Se compara a sí mismo con un viajero en un caballo o un barco loco, yendo a ninguna parte. Sueña con mudarse al vecindario de la felicidad, pero cada vez que lo intenta, parece que se ha perdido el tranvía. Cuando regresa a casa, ordena sus papeles y resuelve un crucigrama mientras se enfada con las sombras que acechan sus pasillos y abraza la ausencia que su pareja deja en su cama. Se trepa a los recuerdos de su pareja como una enredadera buscando una ventana a la que aferrarse.