El protagonista contempla las posibilidades de la existencia de Dios y se pregunta si Dios entiende las emociones humanas. Reflexiona sobre cómo podría haber expresado sus sentimientos por su pareja pero no lo hizo, tal vez porque es más fácil escribir sobre ellos que mostrarlos. Reconoce que el dolor interno es más fuerte que el externo y siempre estará al lado de su pareja en los desafíos de la vida, como la orilla se encuentra con el mar. El protagonista concluye que mientras la sociedad valora la cortesía, el alma solo entiende las emociones, y cree que si hay un Dios, entonces Dios también entiende las emociones.