El protagonista se siente incómodo y fuera de lugar, pero cuando alguien le pregunta a quién intenta impresionar, les dice que adivinen. Se involucra en un comportamiento arriesgado, como lamer un cigarrillo antes de encenderlo, porque cree que las personas con emociones verdaderas son las que más sufren. Cuando se le vuelve a preguntar a quién intenta impresionar, les dice que adivinen de nuevo. Le pregunta a su pareja qué ha hecho con su vida y admite que todavía la extraña, pero le pide que deje de pedirle indicaciones porque él también está perdido.